Musicoterapia: cuando la música está al servicio de las personas
María Paz Yáñez y Felipe Herrera, ambos egresados del IMUS, relatan su experiencia ejerciendo en esta área profesional.
Dentro de los múltiples caminos que han tomado los egresados del Instituto de Músicas (IMUS) de la PUCV una vez que han concluido sus estudios de pregrado, está la musicoterapia, esa disciplina que busca que elementos como el sonido, ritmo, melodía y armonía sean aplicados en acciones psicoterapéuticas. María Paz Yáñez y Felipe Herrera son dos profesionales que se desarrollaron en esta área, luego de estudiar Licenciatura en el IMUS.
«Los objetivos en el trabajo musicoterapéutico dependen del colectivo con que se trabaja y la metodología, a su vez, de los objetivos que se busquen. Mucha gente me escribe haciéndome preguntas de tipo ‘estoy estresado, ¿qué música tengo que escuchar?’, pero la musicoterapia no funciona como una receta de cocina. Lo más importante en este trabajo es encontrar la ‘Identidad sonora’, nuestro historial musical, así como tenemos un historial médico, un historial laboral», comienza explicando María Paz.
Ella hoy vive en Ciudad de México y trabaja dictando talleres de Estimulación Musical Temprana (EMT), donde asisten papás y mamás con sus bebés. «En este espacio trabajamos la orientación espacial a través del sonido; el apego desde lo sonoro. Usamos mucho la voz de los padres, técnicas de relajación, etcétera. También trabajo haciendo talleres para adultos, donde el objetivo principal es el autoconocimiento a través del sonido y el movimiento», agrega la también Master en Musicoterapia de la Universidad de Barcelona.
Por su parte, Felipe Herrera, quien se especializó a través de un Postítulo de Musicoterapia en la Universidad de Chile y un Diplomado en Abordaje Clínico de la Depresión del Centro de Salud Mental de la Escuela de Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, detalla que «es fundamental que la persona que ejerce la musicoterapia tenga la preparación correspondiente, debido a que se trabaja con personas con distintos tipos de trastornos, ya sean físicos o psicológicos, por lo mismo, es que conlleva una gran responsabilidad».
Actualmente, ejecuta un programa de este tipo en la Oficina de la Discapacidad de San Felipe, en la Región de Valparaíso, donde atiende a agrupaciones con distintos tipos de discapacidad: «para ellos el programa ha sido todo un acierto, ya que nunca se había implementado y los usuarios han manifestado abiertamente el gusto por asistir a las sesiones».
Es para todos
Con la premisa de que «la musicoterapia es para todos», María Paz Yáñez resalta que «la música y el sonido están vinculados a lo más primitivo del ser humano, por lo que nadie queda indiferente a los efectos que la música provoca en nosotros. Encontrar y reconocer nuestros ritmos personales es fundamental. Todo es ritmo: el movimiento del planeta, el día y la noche, las estaciones del año. Por eso partimos desde la base de que cada persona tiene ritmos y sonidos distintos, por lo que la manera de trabajar varía mucho de persona a persona».
De igual forma, la especialista asegura que «no existe espacio para el ‘hacerlo bien o hacerlo mal’. Todo sonido es válido, aunque estéticamente no sea un sonido bonito o armónico. A veces el lenguaje verbal no expresa lo que realmente queremos decir, casi como si las palabras nos quedaran chicas. Entonces es ahí cuando un sonido puede describir nuestra emoción».
En este contexto, recuerda el trabajo que desarrolló por cerca de 4 años en «Casa Club» de Valparaíso, centro psiquiátrico diurno. «Ahí trabajé con adultos con diagnóstico psiquiátrico severo, principalmente bipolaridad y esquizofrenia, y los resultados fueron sorprendentes: personas con problemas de lenguaje mejoraron su dicción cantando; otras que tenían problemas de postura corporal consiguieron erguirse y gesticular con el cuerpo al pararse frente a un micrófono para cantar; personas con problemas motrices consiguieron tocar un instrumento rítmicamente. Y lo más importante es que poco a poco lograron desarrollar sentido de pertenencia y muchas habilidades sociales como escuchar al otro con respeto, trabajar en equipo y, más importante aún, reconocerse como personas».
Efectos únicos en las personas
Desde la experiencia de Felipe Herrera, la musicoterapia «trata de abrir canales de comunicación, verbales o no verbales, basados en el sonido, la música y el movimiento. Es de conocimiento general que la música produce distintos efectos en las personas y esto bien los saben los músicos profesionales. El sonido y la música afectan a las personas de manera única y directa, sensaciones, emociones y recuerdos afloran de manera espontánea al escuchar y /o ejecutar música».
Por esto, este exalumno del IMUS considera que la importancia de este tipo de terapias está en la «capacidad de implementar objetivos y prácticas profesionales que vayan en beneficio exclusivo de las personas que la reciben, hacer un diagnóstico adecuado para cada tipo de dificultad y/o trastorno, planificar un proceso que tenga como foco principal el paciente que la recibe. Con esto me refiero a la historia personal del paciente, sus recuerdos, su sonido personal, su forma de recibir el sonido, su manera de tocar un instrumento».
Y concluye que la musicoterapia «es una herramienta poderosa, es una profesión noble y puramente humana, con la cual se pueden establecer y consolidar relaciones positivas, que apuntan al crecimiento integral de la persona, y así mismo, instaurar procesos de reflexión que tienen que ver con la salud física y mental».
«La música es bienestar y, bajo mi parecer, el estudio de la música está más relacionado a lo academicista, nos enseñan teorías y fórmulas, lo que me parece muy bien, pero todo dentro del marco estético. No nos enseñan a vivenciar la música realmente ni a disfrutar de ella. De alguna manera, la academia nos encierra en un cuadrado al haber cosas que son correctas y otras que no. (Pero) en el marco de la musicoterapia todos pueden tocar o sonar, no existen maneras correctas o incorrectas de hacer música», agrega finalmente María Paz.