A René Verger Montino
Por Eunice San Martín Navarro
Jefe Departamento Vocal
Instituto de Música de la PUCV
Conocí a René siendo alumna de los dos últimos años de la Enseñanza Media en el Liceo de Niñas de Viña del Mar, establecimiento donde impartía la asignatura de Educación Musical.
Si bien yo no cursaba el ramo, estudiaba violín y mi entusiasmo por todo lo que fuera musical me llevó a acercarme, conversar con él y pedirle entradas para la Temporada de Conciertos de la Universidad Santa María, que repartía a las alumnas del liceo.
Gracias a ese generoso y siempre dispuesto regalo pude conocer un sinnúmero de orquestas, grupos de cámara, coros, cantantes y solistas de variados instrumentos, tanto extranjeros como chilenos, lo que para una alumna sin posibilidad de costear algo así, significó una escuela invaluable. Era el panorama imperdible de los sábados.
Tiempo después, siendo estudiante de música en la universidad, nos volvimos a encontrar como compañeros del emblemático Conjunto Vocal de la Universidad Católica de Valparaíso, dirigido por el gran Jaime Donoso. ¡Cuántos años de conciertos y viajes! ¿Cómo olvidar las risas de los bajos y los tenores durante los ensayos, incluso en los conciertos cuando se cuchicheaban chistes? Jaime les llamaba la atención y varias veces René, con una amplia sonrisa, actitud calmada y voz de locutor, tratando de que la cosa pasara desapercibida, le decía: ”perdón, maestro, siga, no mas“.
Cantamos muchas veces juntos como solistas; incluso, recibimos elogiosas críticas a nuestro trabajo, especialmente una vez que hicimos la Cantata 140 de J. S. Bach en Santiago y nos fue a ver Federico Heinlein, uno de los más importantes compositores y críticos musicales que ha tenido nuestro país. La tranquilidad y confianza que René transmitía al compañero con quien debía cantar en ese momento, eran fundamentales para enfrentar el escenario, aminorando los temores y permitiendo formar el coraje para cantar frente a público.
Terminamos siendo colegas del Instituto de Música y el Conservatorio de Música de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, donde compartimos los sabores y sinsabores de la docencia, el lado amable del nexo humano entre colegas, entre profesores y alumnos, y el lado ingrato que siempre sucede en los grupos humanos.
Allí, su labor en la formación vocal, en la dirección coral y en la creación de la primera orquesta del conservatorio en los años 90 fue fundamental, y son muchas las generaciones que reconocen todo el aprendizaje obtenido de él. Especial mención merece la “Cantoría Juventus”, agrupación vocal integrada por alumnos del Instituto de Música, con quien tuvo una excelente participación en las Jornadas Musicales de Frutillar 2012 y que estuvo a su lado hasta los últimos momentos.
Pero René tenía un mundo fuera de la universidad: dirigía varias agrupaciones corales como el Coro Femenino Bach y el Coro de Voces de Reñaca; era locutor en la Radio de la Universidad Técnica Federico Santa María; hacía asesorías vocales y corales para el Coro de la Iglesia Pentecostal de Viña del Mar; clases particulares de canto… ¡Hasta práctica del Tai-Chi!
Por esa razón es que, antes de su partida, tuvo la satisfacción de saber que la gran agrupación vocal que formó con integrantes de diferentes coros que él dirigía o son de la región, había recibido personalidad jurídica y el nombre elegido por todos: Coral Sinfónica René Verger Montino.
René era un hombre de paz; no estaba dispuesto a perder su tiempo en discusiones. Precisaba de una armonía interna y no transaba con ello. Su núcleo familiar y de amistad era férreo, basado en el amor y el respeto, quedando en evidencia cuando hablaba de sus hijos y su mujer.
Dos características fueron su marca: su capacidad de proteger a otros y el trato deferente con las mujeres.
Cuando se es profesor, muchos alumnos ven en el docente la figura paterna o materna que no tienen, ya sea por ausencia real o por estar lejos de su hogar. René, evidentemente, era la figura del padre protector, que podía dar una reprimenda, pero también consejo, cariño y consuelo. Y esto no era privativo de los alumnos, sino que era extensivo a todos a su alrededor.
La otra característica admirable en él fue su trato con las mujeres. Y es que nos entendía. Siendo el mayor de varias hermanas no le costaba comprender y respetar a la mujer integral, con sus susceptibilidades, su intuición, los problemas de género, rasgo que siempre fue reconocido y profundamente agradecido por todas quienes tuvimos el privilegio de conocerlo.
¿Quién nos va a saludar, ahora, diciéndonos con su voz FM:
“¿Cómo estás, querida?”
O, su respuesta ante la misma pregunta dirigida a él:
“Regio, estupendo.”
René, puedes estar feliz, porque generaste alrededor tuyo un ambiente de cariño inmenso que perdurará siempre.
Hasta siempre querido colega, profesor, amigo. Con todo el corazón.